» Reginaldo Tapia

Me puse a buscar trabajo, pero nadie quería a un profesor despedido de la UTE. Mi hermana menor, que había sido secretaria de la Presidencia de la República, me contactó con un comunista argentino que diseñaba unos ponchos que mandaba a tejer a Rancagua. Se llamaba Jorge Felizia y empecé a ayudarlo en las ventas. La paga era poca y en el verano de 1975 empecé a postular como vendedor a la empresa de cepillos dentales Duralón. En eso llegué a Proinfa, donde estaban varios compañeros de partido que trabajaban con Jorge Schindler. Empezamos a unir lo propiamente laboral con la actividad política, solidaria y social. El trabajo político lo retomé en Maipú con Gaspar Díaz y Aquiles Farías. Luego pasé a una célula del Comunal Santiago, donde nos vinculamos con Blanca Gamboa (“La Roca”) y abordamos la reconstitución del partido.

A mi me tocó la Séptima Comuna y atender células de la población José María Caro.

Tras la caída de la dirección que encabezaba Víctor Díaz, se constituyó la segunda dirección en mi departamento, en Rodrigo de Araya con Ramón Cruz. Ahí llegaron con chapas Víctor Galleguillos, Julieta Campusano, Fernando Ortiz y unos compañeros del norte. Eran seis y llegaron uno por día. Yo no podía salir. Tenía que cuidarlos y alimentarlos. Era octubre de 1976 pasé a ligas mayores, a la comisión nacional de capas medias. Trabajé con Cipriano, con Manuel Cantero y con un viejo que era dirigente de los microbuseros.

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